La historia de Lanzarote cuenta con muchos capítulos en los
que la “cochinilla” tuvo un papel muy importante, hoy en día y después de su
abandono se intenta recuperar una actividad que durante años se desarrolló en
la isla.
La cochinilla es un insecto que parasita a las tuneras
(género Opuntia). Este insecto lo que hace es absorber los jugos de la tunera
que son su único alimento. Los individuos femeninos de esta especie son los
responsables de segregar el polvillo blanco que podemos ver sobre la tunera.
La recolección de la cochinilla se realiza en torno a los 90
días de su plantación. Para ello se utiliza una cuchara de mango alargado para
llegar a todas las hojas de la tunera. Una vez raspada la hoja y desprendida la
cochinilla, se deposita en un recipiente de metal conocido como "milana".
Según los historiadores aparecieron en el archipiélago en
torno a 1825, siendo la primera isla en la que se encontró Tenerife. Poco a
poco se expandió a Gran Canaria y finalmente llegó a Lanzarote en 1835. En
Lanzarote las zonas más importantes de tuneras, y por tanto de cochinilla se
encuentran en Mala y Guatiza. Durante mucho tiempo fue objeto de comercio, pero poco a
poco fue decayendo debido al descubrimiento de nuevos colorantes más baratos y
de más fácil obtención.
Hoy en día y con el auge de los productos ecológicos su
utilización se ha revalorizado debido a que carece de ningún componente tóxico,
algo muy complicado en el resto de tintes.
Actualmente existe en Lanzarote la Asociación Milana que entre otros proyectos han puesto en
marcha el rescate del cultivo de la cochinilla, un interesante proyecto con el
que se realizan diferentes actividades con los tintes de la cochinilla.
Actualmente pueden verse algunos de sus usos en el Mercado
Autóctono Sostenible que se encuentra en el Monumento al Campesino.
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